Hoy vengo a hablaros del espectáculo que presencié ayer, que hizo que me quedara sin habla (pero no sin palabras, porque de ser así no estaría escribiendo esto): "La Gran Ilusión".
Antes de ponerme a decir lo mucho que flipé con el show, tengo que hacer una gran confesión. Amo las artes escénicas con pasión, pero siempre he sentido cierto recelo hacia: el circo, los musicales y... los magos (no me malinterpretéis, siempre he respetado estos espectáculos pero... nunca me han seducido). Pero este show rompe con cada uno de mis esquemas. En él, la típica chistera del mago, es remplazada por un sombrero que podría haber salido del armario de Perry el Ornitorrinco y la mística del mago es remplazada por una sonrisa pícara que no impide que uno se quede embelesado con cada uno de sus trucos.
Tal y como anoté en la nota que tuve la oportunidad de entregarle personalmente a la salida del espectáculo, para mí este chico se ha convertido en mi segundo personaje mágico favorito, y digo segundo porque tan solo le faltaría ponerse a cantar para llegar a ser tan grande como el genio de la lámpara de Aladdin.
Pero que esa máscara de inocencia no os confunda. Antonio Díaz sabe muy bien lo que hace: escapismo, trucos de cartas, conejos que salen... no exactamente de una chistera, pero que salen... El mago te concede lo que cualquiera podría esperar del show de un mago, pero en vez de servírtelo en una clásica bandeja de plata, el tío te cuelga la foto en el instagram, y si te apetece pues tu mismo te lo guisas y te lo comes.
Llegué al teatro delirando de fiebre (náh es broma, tenia unas décimas). Localicé mi asiento mareada por el hedor de palomitas que desprendía el teatro (y digo yo... ¿PALOMITAS EN UN TEATRO?) y cuando comprobé mi móvil por quinta vez a la espera de algún mensaje cariñoso de ese novio imaginario que no tengo, las luces se apagaron y apareció el mago, ahí, de pie, en medio del escenario...
No me pondré a explicar cada uno de los trucos que hizo por si alguien se anima a ver el espectáculo, pero si os puedo asegurar que me pasé toda la función sentada al borde de la silla y con una sonrisa. No una de esas sonrisas tensas de las que hacen que te duelan los músculos, no, una sonrisa tan natural como la actitud del mago en el escenario. Porque aun estar en el gallinero del teatro, sin posibilidad alguna de subir al escenario (eso solo está reservado para los que se encuentran en platea) no hubo momento en el que pensara: ¡Ehh! ¡Holaaa! ¡Estoy aquí!
Fue una experiencia mágica (badum tsss, que grande mi ingenio).
Os invito a que lo vayáis a ver, porque os dejará boquiabiertos, y si no me creéis aquí os dejo un ejemplo de algunos trucos que realiza en su función:
Si os ha gustado, podréis disfrutar de trucos como estos y de otros mucho más impresionantes en el teatro Borràs a partir del 14 de Mayo, porque las entradas en el teatro Coliseum están agotadas desde hace días.
Y para los incrédulos, aquí os dejo la prueba del delito:
Y con esto me despido, la semana que viene os tocará aguantar mis idas de olla.